viernes, marzo 10

Reconocimiento

Bueno, ya es tiempo de algunas reflexiones. Estos días me estoy sintiendo mejor conmigo misma como madre, creo que me gusta la madre que soy. Santino está divino y nos llevamos muy bien. Compartimos nuestras tardes y noches y estamos felices así.
Yo me pregunto porque la opinión mayoritaria es que los chicos tengan sus horario distintos, su cama aparte (antes de los 2 años), que pasen el tiempo tan chiquitos en una guardería o con una niñera en casos que la mamá PODRÍA estar disponible.
Y me contesto: 1- ahora las mamás son profesionales, hacen cursos, rinden concursos, no pueden "perder tiempo" ; 2- en realidad es difícil bajar el ritmo y adaptarse a un bebé, estar en lo pequeño, lo privado, lo desconocido (asoman las sombras como dice Laura Gutman).
Yo desde que tengo a Santino -y como hice con otras cosas antes: el trabajo, la pareja- me entregué a la crianza. Le pongo el cuerpo, el alma y la mente a la relación con mi hijo. Sin dejar de preocuparme porque no puedo ser mejor "Esposa" para Germán. Y a veces me siento mal por eso, pero como no puedo evitarlo, más vale que lo acepte. (Mumi: quiero pedite perdón por fallarte tan seguido, por hablarte de Santino todo día, contarte lo que hizo cuando vos no estás, por cocinarle a él, por querer dormir de noche o a la siesta, por pensar en comprarle cositas a él, en ir a dónde él pueda disfrutar etc.). Y de paso, te recuerdo que te amo mucho. Y que cada día me reconforta el celeste de tus ojos, tus bromas, tu presencia amplia y protectora y servicial, tus ganas, tus diarios, tu espíritu. Gracias por estar conmigo, por aguantarme y sobrevivir a mi metamorfosis en Mumimamá.

Se busca bebito...

se busca bebito chiquito, responde al nombre de Pisculú, Pipo, Ere Pipo, Santi, Pipi, Tatito.
Tranquilo, gordito, vago, dormilón, tetero. Últimas apariciones en su casa de calle Urquiza, en la mochila cargado por mamá, en el piso (pero arriba de la alfombra).
En una revista dedicada a mujeres,"Madrehayunasola" por segunda vez les damos voz a los hombres en esta sección. En este caso, para recordar qué importantes somos para ellos.

Mi casa, esta mujer

Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Como ella, con ella, todo a mi alrededor reposa. Cuando ella despierte, también lo harán las cosas. Volverán a abrirse las puertas, correrá el agua otra vez, los pasos avivarán la vieja escalera, caerá de nuevo la luz sobre las plantas. Yo retornaré a mi mesa, a las palabras, y su voz, como un halo, circundará mi día.

Cuando ella se haya ido a su trabajo, alzaré los ojos de la página, y un tapiz, un clavel, un amuleto inesperado en la cocina de la casa repetirán el nombre de esta mujer que todo lo pobló con su presencia y el acierto de sus manos.

Ella es mi casa, puerta mayor de acceso al sentido de estos cuartos.

Si el egoísmo o la indiferencia quiebran nuestro encuentro, la casa se oscurece. Como una dura denuncia de soledad sin remedio, las paredes se cargan de presagios, se repliega el color de cada cosa, la casa se vacía, y habitarla es quedar a la intemperie.

Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Cuando ella anda lejana, todo es lejano en la casa; con ella se van en tropel las cosas de mi entorno, y estar aquí se vuelve una tortura; acosa cada sitio, cada paso lastima, rincones y objetos se hacen inservibles. Y la casa recuerda, en un susurro triste, que alguna vez supimos ser mejores.

Si renace la alegría, renace la casa. Cuando la lucidez o el deseo vuelven a reunirnos, la casa otra vez se ilumina: tienen sentido mis papeles, cada cuarto es la evidencia de un proyecto. La casa entera es una fiesta y por la vieja escalera vuelve a correr el aliento suave y denso de la vida.

Santiago Kovadloff, Una biografía de la lluvia, Buenos Aires, Emecé, 2004